La música es un negocio truculento. Lo es porque la música es un arte, y el arte rara vez se relaciona mentalmente con los negocios. Pero para una industria incipiente como la mexicana, comienza a ser una realidad que todos debemos afrontar. Los promotores ganan dinero, los locatarios ganan dinero, los artistas ganan dinero, y ese dinero sale de la bolsa de los asistentes a los conciertos. Es justo entonces que los organizadores respeten al público.
Me imagino que, a falta de experiencia, es cuestión de tiempo para que las cosas se afinen. Pero en México las cosas se improvisan, no se estudian ni se analizan. Mientras en Estados Unidos o Europa existen carreras universitarias de organización de conciertos aquí cualquier entusiasta se avienta el tiro para armar un show. Es el
mexican way of thinking.Qué bueno que haya entusiasmo. Es justo lo que necesita esta ciudad y este país para salir de su rezago y del control del nefasto monopolio de Ocesa sobre la organización de eventos 'culturales'. Pero estos entusiastas deben concebir su trabajo como algo serio, no algo improvisado, y sin usar la excusa de que 'organizar cosas es difícil'. También la labor de un cirujano es difícil, no por ello puede hacer mal su trabajo.
Una mala organización incluye: rentar un lugar inapropiado para un evento. No pensar en la seguridad del público. No contratar el equipo técnico suficiente para el evento. No respetar los horarios establecidos. No pensar en las agendas de los artistas, su traslado y necesidades. Vender las localidades sin confirmación expresa del artista y local. No proveer los servicios necesarios para el evento, como es el estacionamiento de vehículos, o el acceso para personas de capacidades diferentes. Y uno muy importante: pasar por alto que todo aquel que pague un boleto tiene el mismo derecho a disfrutar el show, visual y sonoramente, desde cualquier punto donde se encuentre.
En la ola de conciertos que estamos viviendo, como anoche, estas situaciones son el pan nuestro de cada día. Con el ExNafinsa clausurado, hubo que improvisar el Pasagüero. Quiero ver qué pasaría si una noche hay un incendio en ese lugar (o en el Alicia, o el Cultural Roots). Ojalá nunca ocurra. Mi punto es que esos lugares NO son aptos para organizar un evento masivo. Sobre los horarios, este evento fue la excepción y las puertas se abrieron a tiempo, pero comunmente los conciertos se retrasan dos, tres horas y eso es inaceptable. Ayer, en el MXBEAT de Puebla se canceló la presentación de CSS (a falta de visas de trabajo, que debieron haber provisto los organizadores) e improvisadamente, The Whitest Boy Alive le hizo el paro a Marlboro para regresar corriendo. Afortunadamente para todos, les salió bien. Pero cualquier cosa pudo haber salido mal, y entonces no sólo un evento se hubiera arruinado, sino dos en la misma noche. Dos calles del Centro Histórico estaban completamente atascadas de automóviles debido al concierto. A los organizadores, aparentemente, les vale un comino que todos esos coches estén expuestos a robos, que los levante la grúa, choques, etc. (ni que decir de los estacionamientos patito del Palacio de los Deportes). 'Que la gente venga como pueda y bajo su propia responsabilidad', parece ser su postura. Y finalmente, cualquiera que haya ido al Pasagüero, o al ExNafinsa, o el Salón 21, o el Foro Sol sabe que encontrar un buen lugar hace toda la diferencia entre pasarla bien y vivir el infierno. Pagas 300 pesos por ir a ver a tu banda favorita y no ves nada, o no escuchas nada, o escuchas todo mal, o hay una barra de alcoholes justo enfrente del escenario. La gente no debería tener que proveerse su show. Los organizadores deberían ASEGURARLE un buen show a todos. Las fotos que acompañan a este post demuestran, sin afán de ser anal, que el Pasagüero tampoco es apto para hacer un concierto. El show de Cat Power hace unos meses, demuestra que tampoco el Carranza es un buen lugar. El concierto de Stereo Total en el Cultural Roots hace lo mismo con ese local.
Vocalista, bajista y columna dando un gran showTambién quisiera poner los reflectores sobre el público en este punto: ya basta de mosh pits, empujones y desmadre. Una chica o incluso un niño tienen derecho de ver un show desde donde se le antoje, y los demás asistentes tienen como responsabilidad la seguridad de todos. Dejemos de ser animales y comportémonos como gente culta y civilizada. Mi hermano, que es productor de conciertos, tiene una anécdota muy impresionante: estando en el festival colombiano Rock al Parque, vio como, al peligrar varias filas de gente enfrente del escenario, los organizadores dijeron; 'Por favor, todos demos un paso atrás'. Sin chistar, miles de personas se movieron al mismo tiempo y el show continuó sin problemas. En México estamos a años luz de ese nivel de respeto.
En fin, todo se resuelve con dedicación e inteligencia. Con interés por hacer eventos profesionales y no al aventón. Si alguno de ustedes ha ido a un concierto en otro lugar del mundo sabrán, y apreciarán la diferencia. Entre el Vive Latino y Coachella solamente existe la mentalidad de hacer bien las cosas. Entre el Pasagüero y el House of Blues, también.
La última palabra está en el público. Hace unos cuantos posts, alguien comentó: 'no te claves en las cosas que no importan como la organización, y clávate en los buenos shows que dan los artistas'. Disculpen, pero sin la organización, los artistas no podrían siquiera pararse sobre el escenario. Y hasta ahora, sólo los artistas han cubierto decorosamente decenas de errores de organización que facilmente hubieran terminado en eventos fracasados.
Y ahora, a uno de esos eventos bien librados...
Un Teni resultó ser una sorpresa agradabilísima. Con una onda estilo CBGB, salieron al escenario con sus sintetizadores maniáticos, lentes oscuros y suéteres nerd para rockear bien y bonito. Detallazo retro el uso de tres coristas a la usanza del soul, y estructuras musicales más complicadas de lo que parecían. Ojalá sigan esa experimentación hacia rolas más precisas, serán un hitazo pop.
Luego subieron los
Hello Seahorse!. Mucho había oido de ellos, el disco me parece bonito, sin muchas pretenciones. En vivo son eso básicamente, sin pretenciones y ese es su defecto. Vaya, no hay conexión con nada, son canciones 'lindas' sin mucho contenido ni carnita. En un punto, alguien detrás de mí dijo: 'son rolas felices, pero que no trascienden'. Me pareció que incluir la trascendencia en el asunto fue un paso demasiado ambicioso, pero tiene razón. Mientras que bandas como Belle & Sebastian o los They Might be Giants también hacen rolas alegres, sus ideas los llevan a trascender lo banal que puede ser la felicidad.
Y para cerrar con broche de oro:
The Whitest Boy Alive. El disco me parece finísimo, pero en vivo son brutales. La banda lidereada por Erlend Øye son un grupo de europeos locos, virtuosísimos que no dejan de divertirse en ningún momento. Tocaron todo el
Dreams en versiones para morirse de emoción. En concierto le inyectan a las canciones un estilo funk y dance muy grueso, tomando en cuenta que todo está tocado en vivo. Sebastian Maschat en la batería, y Daniel Nentwigen en los teclados son unos genios a los que no se les va un beat, un sonido. El bajo de Marcin Öz es ponedorsísimo, cochinón, y bueno, Erlend Øye es el indie rockstar por excelencia.
Además de sus rolas, los chicos sumamente blancos se aventaron los covers más excelentemente disímiles de todos los tiempos:
Music Sounds Better With You, de Stardust, por ahí un 'sampleo' de The Police,
Harder, Better, Faster, Stronger de Daft Punk y
Wicked Game de Chris Isaak. Todo esto a un ritmo de house puro que no dejó de mover mis pies mágicamente. El show fue para arriba arriba arriba tacha tacha tacha y para el final, todo el Pasagüero gritaba, aplaudía, y sonreía de placer. Maravilloso. Fue la despedida perfecta para The Whitest Boy Alive y por el look en sus caras, ellos sabían que nos habían hecho felices y ese es el mejor pago para un artista.
Øye en plena euforia musical, o locura por falta de sueño Así como este post, un show consta de dos partes: el trabajo artístico y el fondo técnico del asunto. Ojalá se unan cada vez más en una sinergia disfrutable. El público mexicano, ya se sabe, es uno particulamente amoroso y leal. No hay que abusar de esa entrega, hay que regarla y ver florecer lo que puede ser la brillante escena musical que tanto tiempo hemos añorado.