marzo 18, 2007

The Arcade Fire @ Brixton Academy; 17 marzo 2007



The dreaming collective sinks down in its inner life into the arcades...
-Walter Benjamin, The Arcades Project (1927-1940)


Es el día de San Patricio y es el cuarto y último concierto del Arcade Fire en el Brixton Academy. Habiéndomelos perdido (no sin intentarlo) en la iglesia de St John el 31 de enero y no habiendo encontrado boleto pagable alguno para las primeras tres fechas, algún leprechaun bondadoso intercedió por este simple mortal y aseguré una entrada. Llegamos cuando Electralane llena el viejo y mítico teatro con un ruido femenino feroz y delicioso (las últimas dos piezas no son del todo distantes del sonido del último Arcade Fire).

Los canadienses aparecen -se les ve cansados, notablemente- ante el foro atiborrado. La recepción es ensordecedora y sólo el estridente sonido puede callarla. Los conciertos, los segundos -y terceros- discos también son como el amor: demasiadas expectativas pueden matarte, o de menos romperte el corazón. Quizá la culpa es nuestra y es que esperábamos tanto el nuevo disco y esperábamos verlos en vivo tanto que no podemos evitar sentir una sutil forma de tristeza, de desencanto del mundo.

El Neon Bible no es ni la sombra de la energía creativa desbordante del Funeral o de su epónimo EP. Por eso ni Keep the Car Running ni Dark Black Mirror logran prender, o será también que el sonido está terrible y que, cosa rara en estos lares, lo que nos llega es una masa de audio grave con mucha distorsión. Se tardarán tres o cuatro piezas en tomar forma -y en hacerle entender al ingeniero de sonido que hay instrumentos que de plano no se escuchan- para que el Arcade Fire incendie el escenario.




Frente a un órgano eclesiástico de utilería y una espectral biblia de neon rojo y enmarcados por pantallitas en blanco y negro que evocan las fantasmagorías del siglo XIX (de las que hablara Benjamin, ni más ni menos, en su Arcades Project) la novena canadiense es un troupée de pueblo en versión sofisticada: con la energía deseante, libidinosa, sexual de los Pixies y la delicadeza de los Decemberists, The Arcade Fire es un conjunto verdaderamente único en la escena del pop actual. Queda claro que su mejor material sigue siendo el Funeral y que fue aquél la summa de su estética. Aquí todo huele a incesto y a pasión prohibida y a escape y a fluídos y a corazones corriendo en enloquecida cabalgata. Puro amor con la máquina encendida, para salir huyendo.


Y a pesar de la impresión inicial, las endorfinas -o algo más, supongo que no será sólo juventud, ¿o sí?- les dan una patada en el trasero y pronto este ejército de multiinstrumentistas tocarán y cantarán como poseídos por el diablo. Los momentos épicos tendrán que ser, necesariamente, Rebellion (Lies), Tunnels, Power Out, Wake Up, y, por supuesto, el encore a media luz que ya se les conocía del cover como en versión de marcha fúnebre de Guns of Brixton. (Nuestra amargura treintañera no puede sino preguntarse si los kiddies de menos de 18 que también pueblan el lugar sabrán de The Clash y su legado). Y bueno, esta noche es San Patricio y nos han llenado de dorada belleza y estamos en Brixton y uno quisiera pensar que esto es mítico, épico, onírico... pero también trágico.



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Post Scriptum
La experiencia en el exilio, inevitablemente, lo mueve a uno a reflexionar cosas. La doble coerción del capitalismo avanzado, feroz e indetenible: por un lado, la oferta, la oportunidad, la abundancia. Por otro lado, la desmitificación, la conversión de todo en mercancía, la nulificación de la experiencia poética, la desensibilización de las masas. A la salida del Brixton Academy, de puertas angostas, la masa en su mayoría adolescente convertirá el coro de Wake Up en porra futbolera, en continuación de la británica peda madrugadora y contradictoriamente extrovertida. La sensación de que un poco de carencia sensibiliza: el tenerlo todo anestesia. Jamás pensé que lo diría, pero agradezco a México el haberme educado en la poética de la carencia, en la importancia de saber valorar (lo bueno y lo malo: la capacidad de juicio, pues). La falta de respeto que, a pesar de todo, se ve ante el arte (la gente parándose todo el tiempo al baño o por cerveza durante la película en el Electric Cinema de Notting Hill, por ejemplo; la gente platicando o viendo el reloj o echando desmadre a lo pendejo en el momento más épico del concierto) en esta capital cultural del mundo no hace sino evidenciar el poder estupidizador del capitalismo y de la política del exceso.

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El concierto de ayer fue algo así:






El cover de Guns of Brixton sonó así (video del concierto en St. John's, Londres, el 31 de enero (absolutamente imposible entrar como simple mortal).

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

buenas reseña, esperemos pronto a Arcade Fire en la Ciudad de México...

por cierto... Dark Mirror? es un error? o así quisiste referirte a la canción?

11:10 p.m.  
Blogger Ernesto said...

Black mirror, black mirror. Fue un lapsus. Saludos.

7:08 a.m.  
Blogger Jorge Hernández Jiménez said...

Sin duda uno de los momentos que mas ansío, de mi joven vida, es verlos, así, en directito.

Una horda de gente cantando WakeUp, debe hacerte recordar de donde vienes como dijiste, si no, ¿que lo hará?

Sin duda, la carencia educa. Ellos lo tienen todo diario, nosotros que?, Nosotros por eso somos mas intensos, la necesidad de tener lo más tiempo posible lo que nos llegue, retener lo que amamos.

8:17 p.m.  

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