Show en provincia de nuevo. Esta vez mejor, el Cavaret es un lugar que ya quisiera la ciudad de México -esta chilanga no le está echando porras a Guadalajara, es sólo una observación- para todos los conciertos que no se realizan por falta de un lugar adecuado, asuntos económicos o de mala producción (Noiselab, los estoy viendo a ustedes). No sé cómo le hayan hecho los organizadores del concierto de
Ladytron en esta ciudad, pero les agradezco de manera especial por conseguir que el boleto saliera en la módica cantidad de $180 y por la buena selección del lugar en el que hubo espacio de sobra, y no porque estuviera vacío, pero la gente se distribuía perfectamente entre las mesitas para chelear, la zona VIP, la parte trasera desde donde se puede ver todo el escenario gracias a una especie de tarima, y los que queríamos estar en primera fila, literalmente tocando el escenario ya que no había seguridad que impidiera el paso, entrábamos sin problema alguno, sin empujar gente y teníamos espacio vital para bailar como se nos diera la gana, y aún así el lugar estaba lleno, pero había un orden implícito que hizo que todos disfutáramos desde nuestra ubicación y
mood de preferencia.
Como un plus, el lugar contaba con cuatro barras, no había pretexto para no ir por un trago para refrescarte después de tanto bailar porque además había sujetos vendiendo cervezas entre la gente, sólo bastaba con levantar la mano y tenías una Estrella en la mano (cerveza local, no es metáfora alcohólica), como si fuera un partido de futbol, pero lleno de gente bonita y fashion que sólo quería divertirse y presumir su look, ¿por qué no?
Llegué a unos minutos de que Ladytron empezara a tocar, no alcancé a ver a
Buró, el grupo invitado, pero según me cuentan fui afortunada de no llegar a verlos, por lo que he visto son un cuarteto con la misma fórmula de Ladytron: dos chicos y dos chicas con sintetizadores y una guitarra, aunque suenan muchísimo más pop y no tan electro, como un
Moenia meets
Belanova (¿? - disculpe ud. tan burda y sosa comparación, pero a eso suena).
Al entrar al lugar tuve la sensación de que era una gran fiesta, de esas en casa donde todos se conocen, que apenas comenzaba a amenizarse con
high rise, todos estaban saludando gente, tomándose fotos, bailando, platicando, bebiendo sin dejar de prestar atención a las seis personas en el escenario, porque en vivo se suman una chica bajista y un baterista a Helen Marnie, Mira Aroyo, Daniel Hunt y Reuben Wu, lo cual me pareció maravilloso porque eso es lo que les da el sonido que los separa del electroclash, los instrumentos en vivo. Me impresionó en lo personal la voz de Helen, si hubiera cantado sin micrófono se hubiera escuchado igual de bien.
Las
ladies de Ladytron eran las protagonistas, los chicos en sus respectivos sintetizadores y guitarra parecía que las cuidaban como hermanos mayores desde la mitad del escenario.
El show siguió y la gente se iba prendiendo más y más, después de una versión casi irreconocible de
He Took Her to a Movie cuando llegué frente a ellos la fiesta estaba a todo lo que daba y todos bailábamos con todos. Hasta el frente había un grupo de damas(tron) besando a sus
playgirls y declarándole su amor a Helen y Mira, lo cual me pareció bastante
ad hoc y divertido ya que una chica en especial me volteaba a ver feo como si yo hubiera llegado con el propósito de quitarle a la novia y marcaba territorio con abrazos y besos para ella y mal de ojo para mi. Yo sólo quería rockear junto al escenario.
(Dato curioso: en Guadalajara hasta las lesbianas son guapas, extraño fenómeno que sólo se da en esta ciudad de mujeres inexplicablemente atractivas.)
Una racha de hits para disfrutar con todo el cuerpo y la garganta fue el clímax de la noche de viernes en las afueras de la ciudad gracias a
Playgirl, Seventeen, Commodore Rock, Soft Power, Blue Jeans, Black Plastic y
Discotraxx. Todos enloquecían cuando Mira cantaba en búlgaro, nadie sabe lo que dice pero qué bien se ve cuando lo hace, durante
Fighting in Built Up Areas nadie podía quitarle los ojos de encima. Después muy calmadamente dijeron adiós y muchas gracias en un complejo español y se retiraron despidiéndose cordialmente de todos.
Pero claro que regresaron para terminar la fiesta como se debe con
International Dateline y
Destroy Everything You Touch, muy agradecidos y bailados sonreímos mientras Reuben nos grababa con su camarita con una cara de sorpresa al ver el nivel de fiesta que había. Al salir él del escenario se acabó la fiesta Ladytron pero el mood de electro party fashion siguió gracias a una DJ que quiso continuar con el punch poniendo éxitos ochenteros en versiones electroclasheras, no supe si lo logró, yo me fui temprano y al salir del Cavaret sentía que iba saliendo de una pasarela andrógina con muy buena vibra y la satisfacción de que el concierto más esperado por meses cumplió todas mis expectativas.
SALÓN 21, D.F.Escuchar música en vivo es un rito que provoca movimiento, genera baile y deduzco que su función primordial es inducir felicidad o liberar angustia mediante el ritmo y la melodía.
Ver a
Ladytron es parecido a participar de una ceremonia primitiva, en cuanto materializan una atmósfera especial de comunión. Son una banda sorpresiva, no limitándose a reproducir grabaciones sino explotando en el escenario para mostrar la verdadera fortaleza del grupo. Bien aprendido de otros tecno-rockeros como
Nine Inch Nails, saben que para crear un ambiente profundo no pueden depender en cajas de ritmos y secuenciadores. Hay que ensuciarse un poco.
Por cerca de dos horas, cinco siluetas oscuras dominaron al Salón 21, campechaneando muy bien sus tres discos y sus ánimos, desde joyas pop como
Seventeen hasta el himno
Last One Standing, incluyendo una versión superdensa de su éxito
He took her to a Movie y un impromptu insospechado de "Vamos a la playa" (¡!). El show transcurrió sin ceder terreno gracias al balance perfecto entre Mira Aroyo y Helena Marnie, las dos enigmáticas vocalistas del grupo, quienes crean un pulso vital desde los momentos electro-punks, al dance más desvergonzado y un
shoegazing pachecón envolvente.
El ritual avanzó y entre gritos tribales, cabezas que se agitaban sin control, y cientos de pares de tennis fashion taladrando la duela del lugar, Ladytron se despidió dejando una estela de placer, un aire de libertad por la expurgación de los demonios que sólo se exorcizan con la euforia del baile.
ps. Ocesa ya tiene estos eventos bien mediditos, la noche transcurrió sin contratiempos; sin embargo, los eventos son fríos debido a la mentalidad corporativa. No permitir el reingreso a la sala, o no dejar pasar a nadie con una cámara digital comercial (ya tan comunes) son todavía signos de ver a los shows como una pertenencia, una exclusividad que no cabe en el mundo creativo y que crea obstáculos para el desarrollo del mismo. Y por el otro lado... ¡Ya basta de bandas de covers con chistecito y cereza encima! Ver a una banda como Réplica antes de Ladytron, o a Chetes antes de José González es contemplar, con toda su trágica magnitud, el abismo que hay entre la música hecha en casa y la extranjera. De pena con sus corbatitas rojas, plagio tras plagio. Y eso que Erich Martino es uno de los gurús musicales del país... cómo estarán los que no saben nada de nada...