Para Evelio, que se lo perdióA ver si me explico.
Ayer ví a The Jesus and Mary Chain. En vivo. En pleno 2008. Ciudad de Londres, Inglaterra.
Todavía es invierno, y acaba de pasar una tormenta.
De las dos fechas programadas, hicieron una. Quizá no vendieron suficientes boletos. Pero el hecho es que hay casi tres mil personas en la legendaria, renovada
Roundhouse de Chalk Farm. En la esquina, de camino del tube, hay un stencil de Banksy, el de
la mucama escondiendo tras el muro el polvo urbano de la historia. La edad promedio del respetable es quizás 35, 40 años, pero eso con ayuda del par de chavitos de unos 8 años que han venido con su padre. Hay barbas y muchos lentes y canas, muchas canas. También calvas. También hay góticas delgadísimas y hermosas, new-wavers de la vieja y nueva guardia, crusty punks, gente normalsísima y fashion icons de la vida londinense. Las tres bandas que abren suenan, en orden, a los Melvins, a nada (bueno, a Supergrass perhaps) y a los mismos JAMC y BRMC pero de 17 años y con guitarras que les quedan grandes. Las puertas a las 7PM, Jesus and Mary Chain a las 9:30PM.
A ver si me explico.
The Jesus and Mary Chain es una de las bandas más importantes que Escocia ha dado al mundo. Quizá sólo de esos climas (it's grim up north) pudo haber salido un sonido así. En México, en general, si dices "los 80" la gente piensa en Timbiriche, y si bien te va en The Police o Michael Jackson. Yo pienso en The Jesus and Mary Chain, entre otras bandas. Cuando los escuché por primera vez, ya tarde, demasiado tarde, siguiendo las letras pequeñas del último disco de los Pixies que traía un cover de "Head On", yo no había escuchado nada igual. Después escucharía a My Bloody Valentine, Ride, los Pale Saints, His Name is Alive y otras bandas, pero en ese entonces, en mi terruño espaciotemporal mexicano, nada sonaba como The Jesus and Mary Chain. Era la precisión de la batería/caja de ritmos, el delicioso ruido de una distorsión bella y pensada, el amplificador y el feedback como acto estético, las letras y las vocales sexys/melancólicas/suicidas/blueseras/roadmovieras. La pura putísima melancolía sonora vuelta punk rock/rockabilly/surf oscuro y glamoroso.
Bueno, pues todos estos años después The Jesus and Mary Chain suenan exactamente igual. Sigo sordo. El volumen como statement: fue purísimo rock and roll, extático shoegazing metafísico, retrospectiva epifánica de nuestras vidas.
Y bueno, muchachos, ya no somos los mismos.
Y es que William Reid nació en 1958. Jim Reid en 1961. William Reid ha, por supuesto, envejecido, engordado. Usa un blazer gris y una playera de Superman. El cabello todavía una explosión new-wavera-goth de spray. Jim Reid es delgado, con el cabello corto, normalsísimo, también usa un blazer gris -o negro- y trae una playera blanca de los Ramones. Acompañados por un baterista impresionantemente preciso, otro guitarrista y un bajista, The Jesus and Mary Chain son una máquina del tiempo: "Automatic", por supuesto, viene a la mente (la tercera rola de su set fue, sin concesiones, "Head On"). Jim Reid sale al escenario y es recibido por un vaso de plástico volador que estalla en su pecho. Su reacción es de "WTF???". Rápido parece olvidar el incidente pero canta como quien no tiene remedio: no quiere estar ahí pero ya está ahí y ahora hace lo que mejor sabe hacer. Y entonces, ya estamos en el pasado.
William Reid es un genio: todo el feedback, el fuzz, el wah, los amplificadores Orange como instrumento, el desconectar y conectar las guitarras ahí mismo, el volumen altísimo, verdaderamente alto (no es sólo la vejez: JAMC hicieron del volumen un elemento más de su propuesta), los solos cristalinos, tristísimos, enamorados, poseídos por el blues de una metralla. Su corpulenta figura le hace parecer a Mitch Harris de Napalm Death, o a Leatherface en The Texas Chainsaw Massacre: de hecho es así como usa su guitarra, como sierra eléctrica cortando sin compasión la endurecida carne de nuestros corazones treintañeros.
William Reid y Jim Reid no se caen bien en el escenario. Al comenzar "Happy When It Rains" William entra fuera de tiempo, y Jim se emputa, mienta madres, comienzan de nuevo y aquello está que la cúpula del Roundhouse se quiere caer. Uno no se atreve a llorar porque ya ha pasado mucho tiempo, porque estamos en una exposición de museo, porque eso es lo que merecen los hermanos Reid, enmarcarse, encapsularse para siempre como los inventores de un sonido irrepetible. Siempre copiado pero jamás reproducido. Estuvimos, ayer, ante la historia, y comprobamos que el tiempo no perdona.
La cantante invitada que comparte vocales en "Just Like Honey" y "Sometimes Always" es incapaz de reproducir la belleza de una Hope Sandoval, pero ella hace lo que puede y pronto queda olvidada por la avalancha de distorsión, dulce violencia y melancolía británica que es JAMC. Una sucesión de éxitos, que automáticamente hace predecible que tras el encore interpretarán "Darklands". Hay violencia en el público, hay un ambiente enrarecido, de enojo rocanrolero reprimido, hay vasos voladores y empujones. También hay quienes bailan en un baile que sólo reconocemos quienes nacimos en los setenta. Fumar está, desde el verano pasado, prohibido, pero la gente fuma tabaco bajando la cabeza pero con cierto desdén, en lo que se vuelve, ahora, el gesto más anti-establishment que la juventud ya no tan joven se permite.
Terminan, una hora y media después, con "Reverence". La interpretación es impoluta: no puedo evitar sentir una injusta, cruel, cínica disociación cognitiva entre lo que escucho y lo que veo y entre lo que escucho y como me siento. La banda que escribió "April Skies" ante mí, unos días antes de que yo cumpla 33. Y así todos cantamos, al mismo tiempo extasiados y cansados, fascinados y desencantados:
I wanna die just like Jesus Christ
I wanna die on a bed of spikes
I wanna die come see paradise
I wanna die just like Jesus Christ
I wanna die just like JFK
I wanna die on a sunny day
I wanna die just like JFK
I wanna die in the USA
I wanna die
I wanna die
I wanna die
I wanna die
I wouldn't sell my soul but I'd hang for this
I gotta get my goal cause I'd hang for this
Esta es, quizá, la tragedia del rock and roll: nadie es joven por siempre. Una vez perdidos el glamour del martirio y del sacrificio, no queda más que la resignación de lo inevitable. Ni Jim ni William morirán en una cama de espinas. Hemos vendido nuestras almas y sólo queda la vida de todos los días. Todavía me duelen los oídos.
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Olvidé, estúpidamente, la cámara, pero un alma caritativa compartió un par videítos del concierto de ayer, de los cuales el mejor está
aquí. Refleja bien lo que me tocó vivir ayer, en el Roundhouse de Chalk Farm.