enero 11, 2007

DISCO NUEVO
Wincing the Night Away, The Shins









Wincing the Night Away
The Shins
2007, Sub Pop.
Género: indie rock



Hay un dicho de abuelita que me parece sabio, como la mayoría de los dichos de abuelita: "Más puede un cabello de mujer, que una junta de bueyes". Cuando Natalie Portman le pone los audífonos a Zach Braff en Garden State y sonríe diciéndole "You gotta hear this one song. It'll change your life. I swear", no sabía que estaba catapultando la carrera de los Shins a niveles inesperados, casi mágicos. O tal vez sí lo sabía, dado que Braff, escritor y director de la película, es amigo de piquete en la panza con la banda de Nuevo México, y aunque la inclusión de New Slang en el soundtrack fuera tan sólo un detalle amistoso, a mí me saca ronchas porque me siento usado por esa hermosa sonrisa de mujer vendiéndome una canción que es como un cheque sin fondos.

La carrera de The Shins ha sido de libro de texto para el indie norteamericano; adultos contemporáneos escriben canciones siguiendo el molde REM: letras sensibles, guitarras melódicas, niveles de producción que dejan mucho que desear. Bandas así, veinte años después del boom del college radio, las hay por docenas (Toad the Wet Sprocket, Guster, Minus 5, The Elected, American Analogue Set, etc.), y si no fuera por ese momento cinematográfico, ahí se hubieran quedado.

Wincing the Night Away no es ninguna sorpresa, pero tampoco es como si esperáramos eso de los Shins, después de dos discos donde nada sobresale, nada sorprende y nada innova. Una colección de tonadas melancólicas y sin gloria, o como Barry, de High Fidelity las llama: sad bastard music.

El tema, revelado sin mucho estilo por el título, son las largas noches de insomnio que James Mercer, vocalista y mente maestra de la banda, sufre desde hace años. Y así suena el disco, como una noche eterna, tortuosa de desvelo involuntario. Arrastrado, pesado y sin sentido, este nuevo trabajo por parte de la banda más sobreestimada del planeta es tal vez su peor momento, gracias a la repetición al infinito de su modus operandi. No hace falta una investigación al estilo CSI para darse cuenta que este pobre disco murió de aburrición.

'Shin' se traduce como espinilla, esa parte tan insulsa de nuestra anatomía que duele como un demonio cuando la patean. Un nombre perfecto para una banda insulsa que duele como patada cuando la escuchas. Si tan sólo tuvieran un poco de los labios, los ojos, la sonrisa de Natalie Portman, serían un hito, pero hoy, con Wincing the Night Away, siguen siendo una más entre tantas bandas gringas que suenan a lo mismo. Podrían, además de una espinilla, ser un codo, una axila o un dedo del pie... vaya, una de esas partes del cuerpo que sólo los fetichistas encuentran interesantes.