diciembre 08, 2006

RESEÑA
Tom McRae with artistes from the Hotel Cafe @ KCLSU, Londres, 7 de diciembre

'Cause you're talking rock and roll
Walking karaoke soul
If you see me falling sleep
Please dont wake me from this dream

-Tom McRae




Hay veces en la vida en que parece que todo se trata de un sueño. Es como si todo lo que viera, escuchara y sintiera uno no fuera real, como si todo se viera a través de un filtro que hace todo onírico y difícil de creer. Será que uno no está acostumbrado. Será que no se ha perdido la capacidad de asombro.

Será que uno no se la cree, pues, y uno camina desde Bloomsbury hacia el río, hasta King's College, y uno suspira desde adentro porque ahí tiene uno la cartita que dice que uno podría haber tenido un presente y un futuro diferentes. Nuestra acompañante nos dice, "¿te imaginas?, no nos hubiéramos conocido," así, como si nada, en lo que le damos la vuelta al poshísimo edificio de la student union, de espaldas al Támesis, así, como si nada. Rápidamente la fila avanza y tomamos los elevadores de acero superheróico y no podemos evitar comparar lo nuevo de todo aquí con lo viejo que es todo en nuestro edificio de Bloomsbury, pero no nos quejamos, admiramos, y llegamos directo a la barra por una lager y un gin and tonic. Unas dos cientas, trescientas personas, estudiantes muchos, sin duda, barbas y lentes de pasta, gente normal, trendsetters indies y parejas, parejas, parejas, parejas de tres y de cuatro, mucho amor y deseo en la gente que ha venido a este concierto. Qué les puedo decir: se siente.

Y uno pensaría que este concierto sería más bien apañado por la melancolía más bien digerible pero no por ello menos bonita del imberbe (por lampiño) Tom McRae, que abre el concierto con una séntida interpretación de You Only Disappear, que se refleja en las pupilas de las decenas de románticas y abrigadas damiselas, y que gritan en mi oído sin ningún reparo con la dolorsa interpretación de For the Restless, que se vuelve un himno generacional, lo que nos llevó esa noche ahí. Con esa voz que, no sin peligro, está en ese espacio indeterminado entre Ryan Adams y James Blunt, McRae, en saco gris y camisa blanca, rompe el silencio y su voz choca contra el skyline londinense en ese piso cuarto, y estamos ya ahí, cautivos, cuando canta,

So for the restless
Not the peaceful sleeper
This song's for you
And for the faithless
Not the true believer
This song's for you

Y esas son apenas las primeras dos canciones, y pronto sabemos que este no será solamente McRae y sus amigos de acto secundario, sino que Joe Purdy, Cary Brothers, Steve Reynolds y Jim Bianco tomarán el escenario como tromba, como troupée enloquecida, cabaretera, que retomarán el concepto del jam session y darán espacio para que cada quien haga lo suyo, desde la delicadeza folkie a la Nick Drake de Joe Purdy a la gran sorpresa que fue Cary Brothers (que hizo algo que para nada refleja la irregular calidad de su EP), una mezcla alcoholiquérrima de folk, weird americana y blues, el circo whiskístico a la Tom Waits de Jim Bianco y la complejidad instrumental de todas las anteriores en Steve Reynolds, de tal manera que queda claro que Tom McRae es esta noche solamente su hombre en Gran Bretaña, el inglés que llegó a Los Angeles para quedarse y encontrar casa en el Hotel Cafe y llevar esta compañía de enlqouecidos y talentérrimos cantautores (qué término tan caído en desgracia en nuestras tierras) a los escenarios británicos.

Así la noche fluye como un carnaval donde Jim Bianco se llevará a todos los músicos a tocar a la mitad del pit, entre la gente, con trompetas y acordeones y todo, haciendo cantar al clásicamente inamovible respetable de esta ciudad, que siempre será too cool to even blink, pero que intentarán, en la medida que lo permite su moralidad anglicana y sus siglos de esnobería pop, cantar un par de versos improvisados que iban "sing, I know you know the words", pero que el sensible público asistente no consentiría del todo a corear. McRae, el menos "americano" de este ensamble de arquéologos de la americana más etílica y nostálgica, presentaría a los músicos con chistes malos autoreflexivos, que al menos evidenciarían, hasta cierto punto, la naturaleza un poco formuláica de su propia propuesta.

Y sin embargo, McRae es un compositor privilegiado y generoso. Aunque su nombre era el titular, dejó que sus amigos dominaran. Me encuentro al guitarrista del ensamble, con su boina y su bigote de morsa que un gordo rapado inglesísimo le calificó desde abajo como propio de un "porn star", y nos saludamos de mano y discutimos la belleza del encuentro inusitado y de la capacidad transformadora, embriagadora de la música.

Más de tres horas de música continua, hecha con guitarras acústicas y eléctricas, percusiones, teclados, un violoncello y un violín, clarinete y trompeta y acordeón, barbas y gorras de Andi Capp. La pura bohéme como debe ser, caray. Y así la noche terminaría, tras una bella entrega de McRae a dúo con un enbufantado Cary Brothers de su tristérrima Hummingbird Song, con un encore donde todos los "artistes" del Hotel Cafe se reunirían para ofrecer una versión fabulosa con diez músicos en escena de End of the World News, que lograría, por fin, hacer que las parejas se abrazaran tantito, se acariciaran una orjea siquiera, y cantaran, cantaran, todo el piso cuarto de la student union del King's College, sobrevolando el río aquél,

So dose me up once is not enough
I can still see the ground
And from this high rise view looking down on you
Im not the one wasting my time

Cinco conciertos en uno, tres horas de americana en vivo, puro putísimo folk melancoliquérrimo para quienes todavía se quieren dejar sorprender, todo por el equivalente a 320 pesos mexicanos.

A la salida, Londres nos devolvió su reflejo, como en sueños.