noviembre 02, 2006

MADREDEUS @ Barbican Hall, Londres, 2 de Noviembre


Si me hubieran dicho que a mi vuelta a Londres el primer concierto que vería sería el de Madredeus, jamás lo hubiera creído. Sin embargo, en la vida pasan siempre cosas inesperadas, y todos los planes resultan al final ingenuos. La cuestión es que esta noche del jueves 2 de noviembre, celebrando que el frío por fín llegó al otoño londinense, el conjunto lusitano Madredeus se presentó en el laberíntico e imponente Barbican Hall. En verdad una aventura mítica, si no se le conoce bien, llegar al Barbican: más de cuatro estaciones de metro lo conectan y es el epicentro de un conjunto arquitectónico-artístico que hace parecer a los por demás entrañables Centro Cultural Universitario de la UNAM y el Centro Nacional de las Artes como inocentes casas de cultura provincianas. Al fin, bajo un viento frío pero amigable y bajo una luna rotundamente blanca y definida, llegamos a la cita con el grupo lidereado por Pedro Ayres Magalhaes, que vestido de formalísimo traje negro y camisa blanca orquestó detrás de su sintetizador y su laptop el acontecimiento estético que puede ser Madredeus. Olvídense del overhyping coyoacanense-condesero: han pasado ya 15 años y el grupo originario del barrio de Madre de Deus, Lisboa, está en su mejor momento. Con el espectáculo que lleva el nombre de su disco Un amor infinito -pero que incluyó también, principalmente, piezas del melancoliquérrimamente espiralidoso Faluas do Tejo- Madredeus se presentó con Teresa Salgueiro al frente y el tradicional ensamble de dos guitarras clásicas acústicas, bajo acústico y sintetizador, para ofrecer ante un tímido pero al final apasionado y seducido público londinense un acontecimiento único. El concierto funcionó, gracias al verdaderamente genial desempeño de los ingenieros de sonido y de luces, ambos portugueses también, como un performance desoladoramente bello, una prueba que los lugares comunes de la mercadotecnia musical que todo lo quiere reducir a etiquetas ("roots"; "world music") son inútiles frente a la belleza del arte pleno y sin concesiones. La música en vivo de Madredeus es, más allá de sus posibilidades ligeras y sin complicaciones, una música que exige del escucha una atención completa, decidida y comprometida; los acordes delicados y fundamentalmente repetitivos de sus guitarras y los delicados matices ambientales, siempre luminosos pero atmosféricamente oscuros del sintetizador y demás electronics, obligan al escucha a no perderse, a establecer un contrato de intimidad con los intérpretes y a dejarse seducir por las laberínticas y envolventes estructuras de su sonido. Por supuesto, el sello distintivo del fado y la saudade, su melancolía profunda y su nostalgia inevitable tienen todo el olor del mediterráneo y con ello hacen gala de los espacios estéticos comunes que comparte su música con otros géneros populares, ya sea el blues o el tango, el folk o el country, el son cubano o el bolero. Teresa Salgueiro se convirtió en una sirena que, en piezas como "Moro en Lisboa", "Cantador da noite" o "Suave tristeza", pero sobre todo, ya en el obligado encore ante la inédita despeinada del ahora-sí-que-despeinado-respetable londinense, en "Lisboa" y "O Paraíso" (las más aplaudidas de la noche, sin duda), nos llevó a todos a un estado hipnótico que causó más de un naufragio ante el purísimo éxtasis estético provocado por la combinación de su voz, pura poesía sonora más allá del significado literal, y las cuerdas, sutiles y minimales, evocadoras de un desconsuelo milenario. Más allá de los prejuicios, Madredeus demostró en Londres que, a pesar de todo, la poesía y la belleza todavía son posibles en el mundo.