diciembre 13, 2006

RESEÑA
Peaches @ Carranza, 7 diciembre 2006

Peaches & Herms

Una supondría que como fan from hell de Peaches esta reseña estaría llena de halagos completamente subjetivos, pero no será así porque estoy segura de que el show del jueves fue objetivamente muy muy bueno: mucho rock con estrógenos, actitud para aventar para arriba y cachondez cochinona, pero sobre todo fue musicalmente agradable al oído en extremo, lo cual es raro porque casi siempre hay algún tipo de fallas y más en un lugar como el Carranza que no fue hecho para albergar conciertos, pero esta vez todo salió bien y el rock de Peaches and Herms (la banda en vivo de chicas que la acompañan en esta gira) sonó con todo el punch debido.

Sigo tan feliz de haber rockeado tanto el jueves pasado que no entraré en detalles acerca de las horas de espera afuera del lugar a mitad de una helada decembrina grosera, de los baños destrozados, los altos precios de las bebidas (su servidora no podía beber alcohol pero tuve que pagar $20 por un mini vasito de refresco, ¡mis polainas!) o cualquier otro detallito negativo de organización.

Zemmoa, el grupo abridor, es un show electro glam como sacado del Cabare-tito, pero esta fórmula sólo funciona si:
a) Efectivamente, una se encuentra en la Zona Rosa rodeada de gente que va exclusivamente por el gusto de ver drag queens en el escenario.
b) Se es parte del elenco de una película de Almodóvar.
c) Mejor aún, se es parte del elenco de una película de John Waters.

Zemmoa eran 2 sujetos: uno drag y otro no, uno cantaba y el otro estaba en las secuencias y teclados más dos bailarinas arrítmicas vestidas a la 80´s kitsch que salieron en dos canciones a acompañar a el/la cantante, a quien durante las primeras tres canciones no le abrieron el micrófono, entonces él cantaba y cantaba y el público no escuchaba nada, sólo se quejaba. Una vez abierto el micrófono pudimos escuchar unas letras chistositas de despecho como "te voy a enterrar el tacón en el corazón" y ver otros 15 minutos de show, que insisto, con el público y sonido adecuados seguro es un hit, pero esta vez sólo las primeras cuatro filas del mosh pit entendían de qué se trataba, los demás nos sacamos de onda, sentimos pena, y otros más homofóbicos gritaban de groserías, aunque jamás encontré el sentido de gritar "cállate joto" en un concierto de la mismísima Peaches, un ícono gay.

Después de una espera que parecía eterna, los roadies e ingenieros de sonido arreglaron todo para a partir de ese momento todo sonara excelso. De repente se apagaron las luces y al prenderse estaban JD Samson, Samantha Maloney, Radio Sloan y Peaches de espaldas con las manos en la cintura anunciando su triunfal llegada al voltearse una por una. El show empezó con "Fuck or kill", al igual que el disco Impeach my bush, al escuchar todos los primeros y agresivos golpes de la batería empezamos a brincar y a gritar y al no pudimos parar en toda la noche.

Lo interesante de este concierto fue el escuchar las canciones que en los discos son electrónicas y hechas a base de secuencias, en vivo, con una batería tradicional en vez de una groove box, un teclado y un par de guitarras. Samantha, la baterista, se lució tocando una batería con dos bombos con singular punch digno de una banda metalera, Radio rockeaba con su guitarra, JD en los varios teclados y coros y Peaches cantaba, bailaba, se quitaba la ropa, se arrastraba y retaba al público.

Durante una hora y minutos sacamos al kinky rocker que todos llevamos dentro, gritamos canciones soeces, bailamos como si estuviéramos viendo un video de Strip aerobics de Carmen Electra y aceptábamos los retos de Peaches, quien al escuchar peticiones como "take it off!" contestó "you take it off!!!" a manera de porra y no paró de repetirlo hasta que empezó a ver playeras en el aire (yo quería quitarme la mía pero temí el perderla entre la gente y que la infección de garganta que tenía se convirtiera en pulmonía terminal) y durante "Shake yer dix" invitaba a todos a seguir su baile según fuera el caso: shake yer dix para los chicos y shake yer tits para las chicas, yo sacudí lo que pude de la manera más alegre pero fuimos pocos los que aceptamos la invitación de la señorita Duraznos.

Peaches and Herms son un show excepcional con muchos ovarios y una excelente calidad musical y sincronización, hubo un momento en el que todas al frente intercambiaron instrumentos y una por una se movían de lado a lado del escenario para continuar la canción sin perder el beat y así todas cantaron, tocaron la batería eléctrica y el teclado por turnos como si se tratara de un juego.

Para los interesados, he aquí el resto del set list, aunque no en orden de aparición:
Fuck or kill, Operate, AA XXX, I u she, Hot rod, Tombstone baby, Rock show, Shake yer dix, Fuck the pain away, Hit it hard, You love it, Boys wanna be her, Give ´er, Stick it to the pimp, Set it off.

En resumen, el concierto es tal y como Peaches promete en "Rock show":

Rock show
You came to see a rock show
A big gigantic cock show
You came to see it all

Rock show
You came to hear it
You came to sear it
You came to do it all

If you think you're gonna
Get it for credit
Forget it
Don't bet
Call the medic
He's pathetic
He's got to let it go

Let's go
Rock show
Come on
Rock show

You came to see a rock show
This isn't a fuckin' talk show
You came to see it all

Ver a Peaches de nuevo y a 1/3 de Le Tigre (sí, JD Samson) en un corto pero muy buen show fueron un perfecto cierre para este musical 2006.


Samantha Maloney, Peaches, JD Samson


*Fotos cortesía de Roberto Hernández, ¡gracias!

diciembre 12, 2006

DISCO NUEVO
So This Is Goodbye, Junior Boys







So This Is Goodbye
Junior Boys
2006, Domino.
Género: dance, electrónica



A veces lo único que importa es bailar. Bailar hasta sudar, hasta perder el aliento, hasta que tu cuerpo se junte con el de alguien más y de ahí p'al real.

Éste es apenas el segundo LP por parte de Junior Boys (dándole la bienvenida a Matt Didemus, quien se une a Jeremy Greenspan) y ya vemos que este dúo nos dará muchas horas-tenni sobre las pistas de baile, los iPods se detendrán mil veces en la J, y cientos de voces se alzarán en medio de las conversaciones: "Esto está bien bueno, ¿qué es?".

Es electrónica como hace años no se escuchaba, desde esos ayeres cuando Fatboy Slim o los Chemical Brothers reinaban sobre el Billboard. Es un alivio, un disco pegajoso y brutalmente bailable entre las hordas de neo punk anodino y esteril que hacen sangrar mis oídos desde hace meses sin mover ni un centimetro mis pies. Junior Boys recuperan los clubes (y si bien nos va, las ondas radiofónicas) afiliándose a la escuela de Swayzak o Gus Gus, postrándose en la cabecera de un nuevo dance cuyos otros miembros: LCD Soundsystem, Hot Chip, también son de lo mejorcito este año.

Beats profundos, voces sensuales –cuidadito, Gahan, ahí viene Greenspan– y una producción impecable. So This is Goodbye es una obra redonda que invita al movimiento.

Y es que a veces uno sólo quiere eso: moverse, perderse en el ritmo y sentir que el universo es un líquido que fluye entre los cuerpos. Sobretodo en esta ciudad tan hipócrita, donde la gente necesita escapar hasta el amanecer pero los antros cierran a las dos, es bienvenido un sonido tan seductor.

Sea en un dance club lleno de luces y tutsi pops, en una fiesta llena de amigos y caguamas vacías, o en un cuarto solitario lleno de humo con un whisky en las rocas, Junior Boys es lo que se necesita para hacer lo que uno tiene que hacer: dejarse llevar y bailar, bailar, bailar...

diciembre 11, 2006

DISCO NUEVO
Bring Me the Workhorse, My Brightest Diamond







Bring Me the Workhorse
My Brightest Diamond
2006, Asthmatic Kitty.
Género: indie rock




Máscara sobre máscara, capas de distorsión eluden el reconocimiento de lo real a lo onírico a lo real. My Brightest Diamond es la guarida donde Shara Worden oculta sus pesadillas más oscuras.

Un disco oculto entre las delicias del New Indie, la obra de esta pelirroja enigmática rompe los esquemas para adentrarse en las cavidades sensuales que abrieran Siouxsie y Kate Bush, rebasando a las Tori Amos y Regina Spektors para situarse directamente en el lugar de las Moiras, hilando las armonías en una tragedia romántica para cortarlas con las navajas de lo moderno.

Como intérprete de sesión para Sufjan Stevens, Worden proporciona una mirada diferente, un accesorio, pero en su disco debut muestra la verdadera visión femenina del rock, una actitud materna/pecadora sobre los sonidos que crean una espiral decadente de sentimientos sobrecogedores.

Una compositora clásica entrenada para la ópera, llevada por los faunos al paradero de una música tan sublime como impura, My Brightest Diamond emerge dolorosamente entre tanto folk para mostrarnos el lado desgarrante, inmediato de lo inasible. No es un experimento más de lo descontextualizado, es un modelo de lo clásico vuelto inmediato.

Como tracks sobresalientes cabe mencionar Golden Star, la continuación lógica de una PJ Harvey estilizada, y Dragonfly, una hermosa contrucción que Diamanda Galás envidiaría.

My Brightest Diamond no necesita más explicación: es una joya oculta, nacida en las entrañas de la oscuridad y moldeada por una modernidad imperiosa que come todo a su paso. Si los verdaderos diamantes nacen de la presión gravitacional sobre el corazón de la tierra, el preciosismo de este disco surge directamente de la reacción del corazón de esta mujer a su tiempo. Una colección eminente, un viaje obligado por la vereda menos transitada. Más refulgente, imposible.

diciembre 10, 2006

ESENCIAL
Love, The Beatles









Love
The Beatles / Cirque du Soleil
2006, Capitol.
Género: soundtrack, rock



... vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Jorge Luis Borges, El Aleph

Mientras más recuerdos tengas con las canciones de los Beatles, más vas a gozar con este disco...

Un año musicalmente demencial tenía que terminar con algo inconcebible: un aleph beatle. 78 minutos (en la versión del dvd, 81 minutos) reelaborados/mezclados/concebidos/ por George Martin y su hijo Giles. 78 minutos donde caben más de ¡cien! canciones sin sonar amontonadas. He aquí un ejemplo de lo que se puede hacer más allá de la filosofía del cut 'n' paste. He aquí el primer laberinto beatle de la historia convertido en una hermoso amalgama donde escucharás las canciones que pretendes conocer/saber, pero que jamás habías escuchado así. Un stream of consciousness musical (cual Nausicaa joyceana) lleno de epifanías, repleto de los momentos más hermosos de este año: nunca Strawberry Fields había sonado tan cordial, tan optimista, tan hermosa; Because (el opening track) a capella tiene la altura de un salmo musical; Glass Onion enlazada como un breve puente musical de un minuto veinte segundos donde cabe todo, se convierte en un minuetto sicodélico mientras los arreglos de cuerda iniciales de Eleanor Rigby desgarran por el extraño matiz que los desnuda más; imposible abarcar este aleph: mi secuencia favorita es la siguiente.

11.-Blackbird/Yesterday
12.-Strawberry Fields Forever
13-Within You Without You/Tomorrow Never Knows
14.-Lucy in the Sky With Diamonds
15.-Octopus's Garden


26 canciones que ya conoces, dan vida a una acuarela con colores que nunca habías visto. Esencial.

diciembre 08, 2006

RESEÑA
Tom McRae with artistes from the Hotel Cafe @ KCLSU, Londres, 7 de diciembre

'Cause you're talking rock and roll
Walking karaoke soul
If you see me falling sleep
Please dont wake me from this dream

-Tom McRae




Hay veces en la vida en que parece que todo se trata de un sueño. Es como si todo lo que viera, escuchara y sintiera uno no fuera real, como si todo se viera a través de un filtro que hace todo onírico y difícil de creer. Será que uno no está acostumbrado. Será que no se ha perdido la capacidad de asombro.

Será que uno no se la cree, pues, y uno camina desde Bloomsbury hacia el río, hasta King's College, y uno suspira desde adentro porque ahí tiene uno la cartita que dice que uno podría haber tenido un presente y un futuro diferentes. Nuestra acompañante nos dice, "¿te imaginas?, no nos hubiéramos conocido," así, como si nada, en lo que le damos la vuelta al poshísimo edificio de la student union, de espaldas al Támesis, así, como si nada. Rápidamente la fila avanza y tomamos los elevadores de acero superheróico y no podemos evitar comparar lo nuevo de todo aquí con lo viejo que es todo en nuestro edificio de Bloomsbury, pero no nos quejamos, admiramos, y llegamos directo a la barra por una lager y un gin and tonic. Unas dos cientas, trescientas personas, estudiantes muchos, sin duda, barbas y lentes de pasta, gente normal, trendsetters indies y parejas, parejas, parejas, parejas de tres y de cuatro, mucho amor y deseo en la gente que ha venido a este concierto. Qué les puedo decir: se siente.

Y uno pensaría que este concierto sería más bien apañado por la melancolía más bien digerible pero no por ello menos bonita del imberbe (por lampiño) Tom McRae, que abre el concierto con una séntida interpretación de You Only Disappear, que se refleja en las pupilas de las decenas de románticas y abrigadas damiselas, y que gritan en mi oído sin ningún reparo con la dolorsa interpretación de For the Restless, que se vuelve un himno generacional, lo que nos llevó esa noche ahí. Con esa voz que, no sin peligro, está en ese espacio indeterminado entre Ryan Adams y James Blunt, McRae, en saco gris y camisa blanca, rompe el silencio y su voz choca contra el skyline londinense en ese piso cuarto, y estamos ya ahí, cautivos, cuando canta,

So for the restless
Not the peaceful sleeper
This song's for you
And for the faithless
Not the true believer
This song's for you

Y esas son apenas las primeras dos canciones, y pronto sabemos que este no será solamente McRae y sus amigos de acto secundario, sino que Joe Purdy, Cary Brothers, Steve Reynolds y Jim Bianco tomarán el escenario como tromba, como troupée enloquecida, cabaretera, que retomarán el concepto del jam session y darán espacio para que cada quien haga lo suyo, desde la delicadeza folkie a la Nick Drake de Joe Purdy a la gran sorpresa que fue Cary Brothers (que hizo algo que para nada refleja la irregular calidad de su EP), una mezcla alcoholiquérrima de folk, weird americana y blues, el circo whiskístico a la Tom Waits de Jim Bianco y la complejidad instrumental de todas las anteriores en Steve Reynolds, de tal manera que queda claro que Tom McRae es esta noche solamente su hombre en Gran Bretaña, el inglés que llegó a Los Angeles para quedarse y encontrar casa en el Hotel Cafe y llevar esta compañía de enlqouecidos y talentérrimos cantautores (qué término tan caído en desgracia en nuestras tierras) a los escenarios británicos.

Así la noche fluye como un carnaval donde Jim Bianco se llevará a todos los músicos a tocar a la mitad del pit, entre la gente, con trompetas y acordeones y todo, haciendo cantar al clásicamente inamovible respetable de esta ciudad, que siempre será too cool to even blink, pero que intentarán, en la medida que lo permite su moralidad anglicana y sus siglos de esnobería pop, cantar un par de versos improvisados que iban "sing, I know you know the words", pero que el sensible público asistente no consentiría del todo a corear. McRae, el menos "americano" de este ensamble de arquéologos de la americana más etílica y nostálgica, presentaría a los músicos con chistes malos autoreflexivos, que al menos evidenciarían, hasta cierto punto, la naturaleza un poco formuláica de su propia propuesta.

Y sin embargo, McRae es un compositor privilegiado y generoso. Aunque su nombre era el titular, dejó que sus amigos dominaran. Me encuentro al guitarrista del ensamble, con su boina y su bigote de morsa que un gordo rapado inglesísimo le calificó desde abajo como propio de un "porn star", y nos saludamos de mano y discutimos la belleza del encuentro inusitado y de la capacidad transformadora, embriagadora de la música.

Más de tres horas de música continua, hecha con guitarras acústicas y eléctricas, percusiones, teclados, un violoncello y un violín, clarinete y trompeta y acordeón, barbas y gorras de Andi Capp. La pura bohéme como debe ser, caray. Y así la noche terminaría, tras una bella entrega de McRae a dúo con un enbufantado Cary Brothers de su tristérrima Hummingbird Song, con un encore donde todos los "artistes" del Hotel Cafe se reunirían para ofrecer una versión fabulosa con diez músicos en escena de End of the World News, que lograría, por fin, hacer que las parejas se abrazaran tantito, se acariciaran una orjea siquiera, y cantaran, cantaran, todo el piso cuarto de la student union del King's College, sobrevolando el río aquél,

So dose me up once is not enough
I can still see the ground
And from this high rise view looking down on you
Im not the one wasting my time

Cinco conciertos en uno, tres horas de americana en vivo, puro putísimo folk melancoliquérrimo para quienes todavía se quieren dejar sorprender, todo por el equivalente a 320 pesos mexicanos.

A la salida, Londres nos devolvió su reflejo, como en sueños.

diciembre 06, 2006

ESENCIAL
Your Blues, Destroyer







Your Blues
Destroyer
1994, Merge.
Género: chamber pop, indie rock




"Oh, notorious lighting!" comienza todo, una alabanza apoyada en un sintetizador evangélico, glorioso. Una visión presentada ante Dan Bejar, co-fundador del supergrupo New Pornographers pero en realidad su propio maestro.

La naturaleza de Your Blues escapa al escucha, se diluye en las guitarras y el llanto desesperado del hombre que busca la verdad en los detalles en una misión por aprehender al cosmos en un canto o un sollozo. La tragedia inherente siendo la incapacidad por asir lo inasible, evocar lo pasado cuando el momento es recuerdo difuminado. Como hiciera Neutral Milk Hotel en In the Aeroplane Over the Sea, Bejar ha congelado a las musas tan ligeramente como para verlas en su entorno, jugando con las melodías, coqueteando con la inteligencia irónica, erotizando el sonido para el disfrute del viajero desprevenido.

A través de 12 canciones-narrativas del más elevado simbolismo, Destroyer hila una pequeña vida, dándole alma a la belleza a través del amor incondicional, el éxtasis religioso por lo inexplicable. La forma es el fondo y el fondo es el reflejo en el espejo, el descubrimiento de los propios abismos en lo sencillo de la matemática musical.

No hay reduccionismo que pueda explicar una obra como Your Blues. Es una expresión compleja que quiebra los límites de lo que popularmente entendemos como rock, poesía y teatro. Un engendro que se antoja accidental, la veta de oro en el río; precioso en su excentricidad.

Desde hace unos meses, este sonido comienza a explotar en copias y derivaciones (la propia banda alterna de Bejar, Swan Lake, es un espurio de Destroyer), experimentos futiles pues esta obra delimita sus propios términos. Irrepetible e irreductible, es un fenómeno que por su genialidad deriva en natural. Si hubiera sido maquinado, Your Blues sería influyente. Pero al ser puro sentimiento, es simplemente una luz que se extingue en el cielo nocturno dejando una estela hermosa, inexplicable, de la eternidad en la conciencia.

diciembre 04, 2006

RESEÑA
The Album Leaf y Pit er Pat @ Cultural Roots, 2 de diciembre


En el rock (y ahora que lo pienso, en toda la vida) pareciera que madurar es comenzar a morir. Y sin embargo madurar tiene muchos significados, entre ellos alcanzar un estadio pleno y deseado, o haber sido perfectamente pensado y valorado.

En México se premia la inmadurez, o es que acaso no conocemos lo contrario. La noche del 2 de diciembre, el centro de la ciudad de México fue escenario de una justa lección de madurez impartida por The Album Leaf ante un público que, a pesar de las inconveniencias, aguantó largo rato para poder escucharlos y apreciarlos.

Diós ayude al dueño del Cultural Roots, bodega hecha billar hecho salón de conciertos, con sus paredes anacrónicas, sus baños apestosos y sus inexistentes salidas de emergencia. Ninguna tierra sagrada después de dos horas (¡dos!) de cola para entrar. Album Leaf uno, organizadores cero.

En punto de las 12 de la noche comenzaron a tocar las bandas abridoras, entre ellas unos desconocidos organistas, seguidos de Les Tragiques, niñas mexicanísimas jugando a ser Nouvelle Vague y Austin TV, quienes siguen neceando con ponerse máscaras aunque todo mundo los conozca y se hagan las divas en la calle. En general desafinados y grises. Album leaf dos, bandas mexicanas, cero.

Después de ese aperitivo amargo tocó el turno al trío de jazz experimental Pit er Pat, extraña, bizarrísima elección para tocar en esta ciudad y en este lugar. Corrieron con suerte, pues no fueron abucheados, o chiflados, ni recibieron proyectiles como es usanza en nuestras tierras. A pesar de un set fluctuante y muchos problemas con el sonido, lograron prender gracias a una combinación poderosa de free style y rock, que a ratos sonaba a Electrelane o a Primus. Interesantes, aunque nunca despegaron. Album Leaf tres, banda compinche, cero.

Finalmente, ya cercanas las 3 de la madrugada (y con el recinto medio vacío) subió al escenario la banda de Jimmy Lavelle, simple alineación de sintetizadores, bajo, batería y violín. Invocando a los dioses del espectro sonoro sicodélico-ambiental, The Album Leaf tocaron cerca de dos horas, clavadísimos y de una serenidad contagiosa. Factura impecable y humildad bienvenida (momento brillante: encontrarme a Lavelle junto a mí en el baño, rockeando con la cabeza mientras la banda seguía tocando el encore sin él), hicieron que el público se admirara los zapatos o cerrara los ojos para dejarse llevar por la marea de sonidos reminiscente a Brian Eno, Stereolab y Sigur Rós, una delicia abrumante para los oídos después de haber escuchado los experimentos sin control o lógica de Austin TV. Album leaf cuatro; noche fría, cero.

La paliza era evidente y todos en el Cultural Roots debíamos admitirlo: estamos en pañales y ninguna banda nacional, y repito, NINGUNA, se acerca siquiera al nivel de sofisticación y calidad (que para estándares internacionales no son sino los requerimientos mínimos) que The Album Leaf presentara anoche.

Si los más viejos se disfrazan de glam rockers estirando un pésimo chiste y los jóvenes se esconden detrás de mascaritas de conejo, ¿cuándo daremos la cara como creadores que se tomen en serio el arte de hacer música, o cualquier arte, para el caso?

Citando a Sam Keith en The Maxx, brillante novela gráfica sobre el dolor de madurar: "Llega un punto cuando quedarse quieto es más peligroso y doloroso que el riesgo de crecer y florecer." A México le está llegando ese momento. No hay marcha atrás en el mundo.